viernes, 18 de abril de 2008

50 AÑOS AÑOS DE LA COPA DEL MUNDO (primera entrega)



FÚTBOL: 50 AÑOS DE LA COPA DEL MUNDO
1928 – 1978


PRIMERA ENTREGA: DE MONTEVIDEO, URUGUAY 1930 A
ARGENTINA 1978

POR RAÚL GOYBURU EZETA (Lima, Perú 1977)


I. Presentación.

Se ha escrito y se seguirá escribiendo sobre fútbol, la actividad y el espectáculo deportivo más apasionante de todos, cuyo espíritu está incrustado en el alma de los pueblos de todo el mundo. Porque el fútbol es manifestación inconfundible de emociones que atraen, enardecen y vuelven locas a las multitudes. Por eso es el más popular y atractivo de los espectáculos, no solo para el aficionado cotidiano sino para todo aquel que entra en contacto con el inusitado colorido de la contienda que atrae multitudinarias audiencias de toda condición social y económica que, a través de la tribuna, la radio o la televisión, se olvidan de todo lo que los rodea a lo largo de los 90 minutos de juego.

El fútbol, como cualquier otra disciplina deportiva, está regido por principios de disciplina física, técnica y sicológica; valores que precisan mantenerse para preservar la pureza de la práctica. A pesar que durante la disputa, al calor de las muchedumbres, el triunfo aparezca como lo más importante, a menudo vinculado a sentimientos extradeportivos y que se confunden con un patrioterismo fácil, una suerte de chauvinismo que siempre pretende asociar los partidos de fútbol con las cuestiones nacionales.

Sin embargo, al involucrase el fútbol con diferentes aspectos de la vida de un país, resulta con frecuencia que los organismos oficiales de las federaciones nacionales se vean rodeados por los poderes del Estado que ven las actuaciones de los seleccionados como patrimonio de la nación.

En resumen, no se puede negar que el fútbol ha logrado como espectáculo-deporte, algo excepcional que no tiene comparación alguna. Estamos frente a una atracción contagiante, multitudinaria y de dimensión universal. Es por eso que una final de la Copa del Mundo, paraliza incuestionablemente la vida normal del mundo entero.

Esta Historia de los Campeonatos Mundiales de Fútbol que hoy ofrezco a todos ustedes, amables lectores, es el resultado de diversos apuntes que a lo largo del tiempo he venido madurando bajo un perfil técnico y también estadístico. Pues varios han sido los autores que han reunido datos de la mayor importancia con la mejor intención de llegar hasta el público aficionado. Una sana intención que espero lograr complementando a lo ya dicho con nuevos perfiles y ángulos sobre los mundiales realizados.

Así, mi trabajo se orienta a presentar la historia de los campeonatos mundiales de fútbol, en las mejores condiciones introduciendo el tema de las estadísticas desde 1928, cuando se concretó la organización oficial bajo el control de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) hasta la edición que tendrá lugar en 1978 en Argentina.

Como de otros autores, entre quienes incluyo a Monsieur Jules Rimet, ya fallecido y del que he tomado información extremadamente valiosa de su libro “La Copa del Mundo”, editado en 1955; he intentado recopilar y sumar a mi propio esfuerzo los datos más fidedignos, ordenados de la mejor manera posible para lograr mi objetivo: legar al Fútbol algo que pueda servir como un referente historiográfico de los hechos ocurridos durante los últimos cincuenta años de los torneos mundiales, estrechamente vinculados a la historia y al desarrollo institucional de la FIFA.

Así, en este libro se podrá apreciar una trayectoria de las informaciones desde el primer campeonato mundial realizado en Montevideo en 1930, hasta el décimo primer torneo que se realizará en Argentina el próximo año: cincuenta años de la Copa del Mundo.

Espero que este largo esfuerzo, encuentre en usted amigo lector y aficionado, así como en las autoridades responsables, un documento hábil y funcional de carácter técnico y estadístico.

Lima, Perú – diciembre de 1977.

Raúl Goyburu Ezeta.

PERÚ VS. ESCOCIA - ARGENTINA 1978

A continuación les ofrecemos un extracto del comentario previo al partido entre las selecciones nacionales del Perú y Escocia, durante la Copa del Mundo celebrada en la República Argentina en el año 1978. En dicho comentario, Raúl Goyburu Ezeta, enfatiza el hecho de la serie eliminatoria en la que le ha tocado competir al seleccionado nacional del Perú y sus posibilidades. También llama la atención, hoy en día, cómo en esa época lo que ahora conocemos como Reino Unido (UK siglas en inglés) compuesto por Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte; era sencillamente reducido al genérico de Inglaterra. También llama la atención que pese a que el seleccionado inglés se hiciera de la Copa Jules Rimet en 1966 celebrada en la misma Inglaterra (campeonato muy discutido en su época por fuertes rumores de favoritismos y amañamientos en favor de los ingleses), el fútbol del Reino Unido no tuviera la proyección de la que goza en la actualidad (como la prestigiosa Premier League) y más bien se caracterizaba por su espíritu localista y cerrado. No olvidemos que a fines de la década de los 50, el seleccionado inglés vino a Lima y se enfrentó a un improvisado seleccionado local que le propinó una colosal goleada de 5 x 1. Así cambian los tiempos.

jueves, 17 de abril de 2008

ALEJANDRO VILLANUEVA, EL MAESTRO




ALEJANDRO VILLANUEVA, EL MAESTRO

Glosa deportiva por Raúl Goyburu Ezeta
(Década de los 60)


El fútbol, deporte popular introducido profundamente en el corazón del pueblo, tiene como todas las cosas en la vida, sus instantes de alegría así como de tristeza. Aquí, en nuestro medio, recordamos el día de hoy un episodio triste, tan triste que para quienes vivimos de cerca su drama, no hemos podido evitar tal vez un sollozo y hasta una lágrima.

El fútbol, como ningún otro deporte se vive intensamente y se siente muy dentro la emoción de su belleza: se goza y se sufre porque en estas dos manifestaciones opuestas del sentimiento, está toda la fuerza del espíritu. El fútbol se vive en la felicidad y también en el drama de nuestros ídolos.

… Había conocido a un joven jugador de fútbol cuando iniciaba su carrera deportiva: su nombre, Alejandro Villanueva más conocido como “Manguera” y con el tiempo… “El Maestro”. Era alto, espigado, de tez morena, color del ébano, con una figura más de torero que de futbolista. De ojos grandes, melancólicos y apacible serenidad, así como de enigmática expresión a la hora de definir mejor sus rasgos fisonómicos.

Lo vi. jugar por primera vez, vistiendo los colores blanco y azul del Alianza Lima. Inmediatamente me di cuenta que Alejandro Villanueva era el tipo de jugador nacido para el fútbol, era un de esos atletas que iría muy lejos, aunque a la postre no fue tanto como pudo haberlo hecho, porque si Manguera no hubiera sido tan criollo y tan bohemio… otro hubiera sido su destino. Pero cada hombre, dicen que nace con su destino grabado, porque para El Maestro, como le había bautizado la prensa y su hinchada, la gloria y el dinero, lógica consecuencia de ella, no eran para él lo más importante. Para este hombre solo tenían importancia la amistad y… el compadrazgo, como solía distinguir a sus íntimos.

Alejandro alcanzó la cúspide de la popularidad deportiva en su fútbol. En ese fútbol que él había creado, estilizado con expresión e inspiración de ballet. Había llegado a dominar el balón a tal extremo que éste parecía imantado a sus botines de juego, como obedeciendo su voz para la realización cerebral del momento, sin errores, sin fallas.

El Maestro vivió así los instantes más gratos del éxito, la popularidad y la admiración; una admiración de la que gozó con el respeto y cariño multitudinario no solo de su hinchada y amigos, sino de toda la afición del Perú. Su nombre regó los surcos de Costa, Montaña y Sierra. Un caso raro, de excepción porque matizó su vida deportiva con la bohemia del criollo de pura cepa, entreverando el fútbol con el rasgar de las guitarras.

Manguera no entrenaba, porque en verdad su constitución física endeble no le permitía esos lujos. Jugó al fútbol a su manera porque había nacido para ello, sin correr, sin esforzarse, no lo necesitaba porque como él mismo decía: “la que debe correr es la pelota, para eso es redonda…” Y mientras corría la pelota, corrieron también los días del éxito y la popularidad así como las noches de jaranas interminables.

Sin embargo, Alejandro Villanueva, no solo maravilló a su público sino que extendió su maestría por el resto de América, Asia y Europa. Así hizo transcurrir su vida, entre el fútbol estilizado, afiligranado y brillante con la bohemia de la chicha y la marinera. Estaba marcado que nunca iba a pensar en su futuro así como tuvo la menor idea del indetenible paso del tiempo. Por ello, cuando se sintió enfermo, física y moralmente derrotado, no pudo calcular cuantos años habían transcurrido desde su tierna niñez hasta el ocaso de su propia vida.

Este fue un hombre que no quiso creer en el final. En el final de las cosas, en el término de las cosas. Insistió y creyó que retornaría a las canchas y a sus días de triunfo. Y cuando intentó hacerlo en el mismo escenario de sus tardes de gloria, su propio público, sus propios admiradores y su propia hinchada le revelaron la odiosa realidad. Dolorosa respuesta para un ídolo caído, recibir de aquellos que un día lo aclamaron con delirio, que lo elevaron al trono de su reinado futbolístico, el ingrato rechazo a su maltratada figura de gladiador derrotado.

Injusto pago para quien hasta hacía muy poco tiempo, había hecho enloquecer a las graderías de emoción para extasiarse en la belleza de su arte futbolístico. Una puñalada amarga de ingratitud que El Maestro sintió en el centro de su corazón.

Alejandro Villanueva dejó las canchas cabizbajo, con una figura que parecía alargarse más que antes con la mueca inconfundible del drama sellada en su rostro: el dolor final de una vida intensa, inconcientemente saboreada y desperdiciada. Una cama del Hospital Dos de Mayo fue su último refugio, en cuyo partido final enfrentó aun rival que nunca perdona: la muerte.

A pesar de todo, se fue serenamente, con la misma sobriedad y clase que había exhibido en sus mejores momentos de gloria deportiva. Cantó su última jarana y rasgó los acordes finales de su guitarra e hizo el macabro pase de la muerte. En su agonía sintió el bullicio de las tribunas y el aplauso de su público, de esa hinchada a la que no le guardó rencor, porque antes de sonar el pitazo de su último partido, en sus labios balbuceantes pidió: “vístanme con el uniforme y los colores de mi Alianza Lima, porque siempre la llevé en mi corazón y me la llevaré para toda la eternidad.”

Así fue Alejandro Villanueva, El Maestro, Manguera, el más brillante jugador que haya nacido en el Perú: futbolista y bohemio que amó y se llevó de la vida, finalmente, lo que más quiso de ella: el azul y blanco del club de sus amores. Así es el fútbol con sus alegrías y sus tristezas; donde se goza y se sufre, tal vez por ello esté tan profundamente incrustado en el corazón del pueblo.

¡Gloria eterna al Maestro! ¡Inolvidable y siempre presente en el fútbol del Perú!

miércoles, 16 de abril de 2008

RAÚL GOYBURU EZETA


Callao, 22 de abril de 1908 - Lima, 27 de septiembre de 1989

martes, 15 de abril de 2008

ATLÉTICO CHALACO, el fortín del puerto







ATLÉTICO CHALACO: EL FORTÍN DEL PUERTO

Glosa deportiva por Raúl Goyburu Ezeta.


Para hacer recuerdos, para hablar de historia, para saborear gratos momentos del deporte nacional, hay que hablar del Callao, del viril puerto chalaco, rincón del Mar Pacífico, orgullo de la peruanidad.

Cancha de la Mar Brava, de la tierra mía
Alma deportiva del ¡chim pum Callao!
En viejos domingos, ¿quién no te invadía?
Iba el palomilla y hasta el más pintao.

En La Punta, nada o salta potreros.
Practica el atletismo. Juego el Voleibol.
Así es la Chalaca de ojos altaneros,
Asidua del cine y aplaude el fútbol.




Para el hombre del puerto, envuelto en las redes pesqueras de noches y madrugadas en medio del mar. Para los bronceados hombres fuertes del primer puerto peruano. Para esa juventud que a través de toda la historia del deporte nacional ha escrito páginas de oro en el libro de los recuerdos, con las jornadas más hermosas y emotivas del Callao. Para ese puerto de pescadores y deportistas, del ¡chim pum! símbolo de la furia porteña a cuya sola voz se alza el espíritu de sus hombres y el corazón de sus mujeres y que cuando la emoción y el alma han rebasado los templados nervios de su juventud a la voz de ¡se salió el mar!, para todos ellos que traen a nuestra memoria días de sublime remembranza a las orillas de la romántica Mar Brava, cuyas noches de luna bañan con tinte de plata el amoroso coloquio de la Arenilla.

Muro del Aromito
Criollo con sus conchas.
Medio por un bonito
Sin pesqueras ni tronchas.

¡Oh Pampa de la Mar Brava
Que el tiempo se llevó!
El fútbol que yo alabo
Tu salitre gustó.


El porteño chalaco, puro y viril, sigue su propia vida y gesta su propio destino. Por eso, el deporte chalaco lleva en sus venas la hirviente sangre de su calor juvenil. Permanente, ilimitado, sincero y valeroso. Si fuéramos a hacer historia del deporte en el Callao, deberíamos empezar por el principio y al hacerlo, comenzar por señalar lo que representa su historia y su valor encerrados en tres palabras: Club Atlético Chalaco, la institución deportiva en cuyos viejos pergaminos está impreso el ayer y hoy del deporte del Callao, el club que es alma y tradición del primer puerto peruano, fundido en las brasas ardientes de las aulas escolares del Instituto Chalaco.

Corría el año de 1902, cuando un grupo de inquietos jóvenes de la época fundó lo que a través de los años se constituiría en el símbolo viviente de la valerosa juventud chalaca. Al recordarlo, es como pasar las viejas páginas de un amarillento álbum de glorias y hazañas que perviven en la perennidad del corazón y el espíritu de esa buena gente porteña: sencilla, deportiva y patriótica, como la hermosa casaquilla del Atlético Chalaco que desde su primera luz resplandeció en los colores rojo y blanco para mantener latente la insignia de la Patria.

Al seguir pasando estas hojas trajinadas por los años, nos embarga la emoción cuando encontramos en ellas los más hermosos y gratos ejemplos de figuras chalacas que brillaron con luz propia en el firmamento del deporte nacional.

¡Oh fútbol chalaco que en las Chacaritas
Vistió su entusiasmo, volcó al callejón.
En tren o en tranvía, miles de banderitas
En himnos de triunfo, pintó la emoción.

Así el fútbol se metió profundamente en el corazón de estas gentes de mar, de esos pundonorosos incondicionales que convirtieron al Atlético Chalaco en el Fortín Deportivo del Callao. De los Carbajo a los Saldarriaga, Martínez, Punte, Dañino, Arana, Salas, Fajardo, Durán, Ureta, Almenara, los Alcalde y tantos otros auténticos y fieles deportistas que se entregaron con alma, corazón y vida al servicio de su querido Chalaco y su entrañable puerto.

Poza de San Vicente
Y la Quinta Carmela.
De la alegría urgente
Al trago y la vihuela.

Callao de los campeones
De fútbol y natación.
Muy alto son tus pendones
De gloria y tradición.

El Club Atlético Chalaco ha recorrido sus años y su vida institucional dentro de una trayectoria que enorgullece no solo al deporte porteño, sino que el prestigio y categoría que esta querida y vieja institución del puerto supo conquistar, le permitió sentar sus reales a nivel nacional. Y es que el deportista porteño se caracteriza y define por una peculiaridad muy propia, casi exclusiva, que representa su profundo amor por todo lo que significa su Provincia Constitucional y que podríamos definir como la Furia Porteña: valor, decisión así como un inquebrantable espíritu pleno de coraje deportivo.

Sin embargo, Atlético Chalaco no nació precisamente para el fútbol, sino que fue el críquet, ese deporte inglés que por esos tiempos había inquietado a los deportistas del puerto, quien le dio partida de nacimiento. Pero… el tiempo se encargó de dar forma y atracción a su destino y los chalacos no pudieron escapar a la nueva y arrolladora fuerza con que hizo su aparición el que se convertiría en el rey de los deportes: el fútbol.

El Gálvez se lucía
allá en Santa Beatriz
donde el Alianza se erguía
en su escuela directriz.

¡Oh gran fútbol glorioso
Del Juan Vielovusic,
Maestro portentoso
Que en otros tiempos vi.

El Club Atlético Chalaco, como todo lo auténtico y valioso, posee una historia de alegrías y éxitos, pero también de amargos instantes en los que pese al esfuerzo de sus directivos ha transitado por caminos difíciles y pedregosos que solo ha podido superar por el coraje de su propia gente, cual Ave Fénix, poseedor de una fuerza irreductible que lo ha mantenido siempre como el centinela de noches y días que parecían interminables, para resurgir siempre al calor de la lucha, cual timonel de su querida Provincia de añoranzas, de éxitos y de fracasos, con el propósito de llevarla siempre a puerto firme y seguro.

Entonces se decía:
¡Mamita los chalacos!
Y en Lima se aturdían
La gente y los cachacos.

Así ha sido, así es y así será el Chalaco, institución de indudable categoría y orgullo para ese fortín deportivo que es el Callao. Dentro del fútbol peruano, este club ha cumplido una larga y meritoria campaña desde los lejanos días de sus primeras intervenciones futbolísticas frente al Lima Cricket, tiempos aquellos de la antigua y hoy desaparecida cancha de los ingleses: Santa Sofía.

En esa perspectiva van y vienen nombres que seguramente para las nuevas generaciones no representan siquiera un recuerdo por lo lejano, como los hermanos Claudio y Humberto Martínez, y el abuelito Telmo Carbajo, auténticos símbolos del deporte chalaco; y la lista continúa… los Alvarado, Durán, Almenara, Mendizábal, Calderón, Castillo, Nuñes, Ramírez, Morales y tantos otros…

Fútbol de los Martínez.
Epopeya triunfal
Cual potro que sus crines
Sacude el vendaval.

Cosas del gran Gambetta.
Del chalaco emoción.
Noches de retreta
Allá en el malecón.

Con el paso de los años, Atlético Chalaco, el decano del deporte del Callao, vio nacer en su propio reducto a otra institución que se convertiría con el tiempo en su más encarnizado y clásico rival deportivo: el Club Sport Boys Association. Un hito en la historia que trae como lógica consecuencia el reconocimiento al viril Puerto del Callao como un auténtico semillero de grandes valores, no solo en el fútbol, sino en otras disciplinas deportivas como el cricket, el water polo, el básketbol, el boxeo y el atletismo, que se constituyeron en baluartes de los seleccionados peruanos.

Así es el Atlético Chalaco, la vieja y querida institución porteña, forjada en el alma misma del primer puerto peruano, dispuesta siempre a renovar esfuerzos tras una etapa bastante ingrata en pos de retomar el sitial que jamás debió dejar escapar.

¡Oh Callao del deporte
Y del Señor del Mar!
Viril tu seño y porte
Fue en acción popular.

Viril fama llevaste
De malo o pendenciero.
Es porque no adulaste
Con sangre de cordero.

¡Chim pum! ¡Callao!


Nota.- Los versos incluidos en esta glosa, pertenecen al libro “Tradición del Club Atlético Chalaco” de Juan L. Arce Rojas.


Raúl Goyburu Ezeta
(Callao 1908 – Lima 1989)




Emitido por Pregón Deportivo. Radio Unión. Década de los 70.