LA GLOSA DEPORTIVA, original de Raúl Goyburu Ezeta.
Homenaje y recuerdo de Cuchita Galindo Doig.
Año de la mujer peruana (1975), año en el que para hablar de ella, es necesario traer a la memoria actos y hechos, especialmente aquellos que dejan grabados más profundamente los instantes gratos y hermosos, así como los más tristes y heroicos.
El tema, esta vez es el de la mujer deportista, la que de un modo u otro cumple la tarea importante, sea por su afición o su pasión… y qué mejor ejemplo que Cuchita Galindo Doig, la amazona que ofrendó su vida por ese amor y esa pasión que era el jinetear sobre el brioso corcél: saltando, trasponiendo obstáculos con maestría estética, belleza femenina, ofreciéndonos un cuadro artístico incomparable.
Cuchita, fue hija de un gran deportista que en sus años mozos defendió esa divisa que para el fútbol del Perú representa el valor, la guapeza y la garra: la “U”. Estamos hablando del doctor Plácido Galindo Pardo de quien Cuchita heredara esa valentía deportiva y decisión inquebrantable por el éxito y la afición sin límites por la práctica de los deportes. Como mujer, femenina, dulce y al mismo tiempo decidida, escogió un deporte difícil y arriesgado: el ecuestre. Fue así que se convirtió en la amazona peruana que diera no solo triunfos personales, sino algo más noble como vestir con orgullo y dignidad los colores deportivos de su patria: el Perú.
La amazona de los ojos verdes, la niña mimada y graciosa; la mujer decidida y arriesgada en los saltos y carreras. Desde muy temprana edad fue escogiendo su destino, definiendo su personalidad y estrechando su pasión por los caballos. Apenas una niña, Cuchita, ya se afianzaba en la montura de su favorito para galopar y remontar alturas sobre cada peligroso obstáculo, aparentemente que aparecía como demasiado alto para ella. Sin embargo, con destreza y valor ella sabía superar una tras otra las más elevadas vallas con su impecable dominio sobre la cabalgadura.
Los muchos éxitos conquistados por esta niña amazona de ojos verdes, hicieron vibrar a los espectadores y a la vez ser aceptada y respetada con admiración por sus propios adversarios deportivos. Así transcurría su vida: desde antes de aparecer el Sol hasta el ocaso, su frágil figura cabalgaba incansable con la mirada puesta en el salto: cada vez más difícil, cada vez más peligroso. Nada ni nadie podía convencerla de lo contrario: atrevida y riesgosa proeza en pos de conquistar alturas infinitas, saltos siderales…
Esa pasión y ese amor por su deporte favorito, le hacían entregarse sin recortes al deporte para el que había nacido y para el que entregaría su propia vida.
Era una mañana, como cualquier otra, de esas en las que antes de salir el Sol, ya se veían sorprendidas por la presencia de Cuchita, quien ya estaba en las pistas, montada sobre su corcél para recomenzar en el nuevo intento hacia la conquista de sus más caras aspiraciones. Nada hacía prever un fatal desenlace. Ella se había hecho la promesa de un nuevo primado en su riquísimo historial de éxitos. La amazona de los ojos verdes, sobre su hermoso equino fue tras el obstáculo insalvable, ése que solo su valor y decisión le podían ayudar a vencer… y así vino lo inevitable: el salto fatal, el último de su brillante carrera esculpido en el mármol de los triunfadores. Saltó y venció… caro tributo a su indomable valentía. El caballo no respondió a la caída y con todo su volumen fue a dar sobre el frágil y femenino cuerpo de la amazona de los ojos verdes.
Lágrimas de dolor y desesperación cubrieron con su suave garúa, la consumación de la tragedia. El Destino había fijado la fecha fatal para que la tierna niña-mujer pagara caro tributo a su osadía juvenil sin límites…
… Han transcurrido algunos años, pero parece como si hubiera sido ayer; cuando la veíamos sobre las pistas, erguida, delicada, meciéndose frágilmente sobre el rudo animal con gracia y dominio. Parece que hubiera sido ayer cuando la profunda tristeza nos embargara con la dramática noticia de su fatal accidente.
Hoy, una linda placita del distrito de San Isidro lleva su nombre. En lugar principal un busto recuerda a la amazona de los ojos verdes, frente al hogar sus propios padres, quienes como antaño, cual si no hubiese transcurrido el tiempo, se asoman al balcón cada mañana, antes de que se levante el Sol para contemplar a su inolvidable Cuchita, la amazona heroica, símbolo de la niña hecha mujer. ¡Qué mejor reconocimiento para una deportista como ella, cual reconocimiento póstumo, que haber declarado este año de 1975 como el año de la mujer peruana.
Estas simples y emocionadas palabras,son mi homenaje de recuerdo y cariño permanente a Cuchita Galindo Doig, la amazona de los ojos verdes.
Raúl Goyburu Ezeta nació el 22 de abril de 1908 y fue uno de los más connotados periodistas deportivos del Perú a lo largo de más de cincuenta años del siglo XX. Perteneciente a una estirpe de hombres de prensa ilustrados,veraces e independientes como Oscar Paz, Alfredo Narvaez Coronel, Oscar Artacho Morgado y José León La Cunza. Este blog es un tributo al centenario de su natalicio, a su tiempo, a su memoria y a su pensamiento.
miércoles, 19 de marzo de 2008
domingo, 16 de marzo de 2008
LOLO FERNÁNDEZ - EL CAÑONERO
LA GLOSA DEPORTIVA DE RAÚL GOYBURU EZETA
LOLO FERNÁNDEZ, EL CAÑONERO
Para hablar del fútbol peruano de ayer y de hoy, hay que referirse a una de las figuras más brillantes: Lolo Fernández, el cañonero; el mismo que le puso al fútbol nuestro, no solo la potencia de su sensacional disparo al gol, sino que sumó a ello la viril pujanza de su decisión y el coraje para enfrentar a las más duras defensas adversarias. Porque Lolo no solo fue la realidad de su prodigiosa producción ofensiva, no solo fue el valor y la contundencia de su gran positivismo y arrolladora visión de gol (terror de las defensas rivales) sino el auténtico ídolo del fútbol peruano.
Lolo Fernández, perteneció a la Dinastía de los Fernández, un clan de auténticos cracks del fútbol nacional. Sus hermanos Arturo y Lolín, alcanzaron, como él, la cima de la popularidad y la eficacia; al igual que sus sobrinos José, Jorge y Carlos que continuando esta tradición, fueron ellos mismos sello de calidad y protagonistas de nuevas páginas de nuestra historia deportiva.
Como todos los Fernández, Lolo nació en Cañete, cuna de grandes figuras, en la Hacienda Pucará de los Ramos Cabieses. Cuando llegó a la capital para seguir estudios, se instaló en la recordada Residencia de Estudiantes en donde destacó como basquetbolista. Fue así que un buen día llegó al Club Universitario de Deportes, presentándose como puntero derecho, ubicación que en realidad no se acomodaba a sus innegables aptitudes, como lo demostraría más adelante al ocupar la plaza de centro delantero en la que prácticamente se destapó con tal sensación que se convirtió de inmediato en ídolo de las multitudes, haciendo vibrar de emoción a propios y extraños.
Junto a otros grandes valores del ayer y vistiendo su clásica camiseta crema y la de los seleccionados nacionales, compartió tardes inolvidables no solo con sus hermanos sino con los cremas notables de la época: Souza Ferreira, Alegre, Alva, De la Casas, Góngora, los hermanos Pacheco, Sabroso, los hermanos Galindo y otras tantas y señoriales figuras futbolísticas como Titina Castillo y Campolo Alcalde… y en la Selección Nacional con Villanueva, Morales, Magallanes, Neyra, Lavalle y muchos más.
En los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 (de ingrata recordación), Lolo deslumbró al lado de esa gran selección peruana, compuesta por Valdivieso, Lavalle, Jordán, Titina Castillo, Tovar, Arturo Fernández, Magallanes, Campolo Alcalde, Villanueva y Morales: ¡qué tal equipazo! Los partidos frente a Finlandia y Austria que se ganaron por siete a tres y cuatro a dos, respectivamente, bajo la dirección de Alberto Denegri, fueron el corolario de una campaña sin precedentes. Una campaña viciada por la sombra de Hitler, quien pretendió anular la brillante victoria frente a Austria: un acto que dio como resultado la protesta del comando peruano, primero; y luego, el retiro de toda la delegación peruana, caso único en toda la historia olímpica contemporánea.
Pero, para hablar de Lolo hay que recordar las numerosas ocasiones en las que reforzó al Alianza Lima, por ejemplo, dirigiendo la delantera íntima con Lavalle, Neyra, Villanueva y Morales. Sobre todo durante una exitosa gira por Chile, donde Lolo cumplió una notable actuación al lado de Alejandro Villanueva, el maestro, con quien se encontraba muy a gusto, ya que éste sabía cómo explotar sus extraordinarias condiciones de goleador, permitiéndole jugar los que serían, tal vez, los mejores partidos de su carrera deportiva.
Cuando su hermano Arturo, el manco, jugaba por el equipo chileno de Colo-Colo, siempre fue requerido por la institución mapochina para reforzar sus presentaciones amistosas internacionales. Fue así que llegó la oportunidad en la que la directiva del club chileno le ofreciera una jugosa contratación…la que Lolo no aceptó.
Para recordar a Lolo, hay que hacerlo rememorando uno de los goles más sensacionales que recuerdo. Fue una tarde en la que Universitario enfrentaba al reciente campeón del fútbol argentino: Independiente, en cuyas filas contaba nada menos que con el mejor guardavallas del momento, apodado Tarzán por su gran agilidad. Sin embargo, Lolo debió ejecutar un tiro libre a treinta metros de distancia, casi media cancha, sesgado a la derecha del arco argentino. Lolo tomó distancia y shoteó como un balazo que pasó la barrera defensiva. Cuando el arquero de Independiente reaccionó… la pelota ya estaba en el fondo de la red. Fue tal la potencia del disparo, que el propio público como el mismo arquero solo atinaron a verla dentro del arco. Las tribunas se remecieron, como era tradición cuando Lolo disparaba sus clásicos tiros libres. Había nacido para la historia uno sus goles más recordados.
Cuando llegó el día de su retirada, después de una larga, asombrosa y brillante carrera deportiva, se despidió en un partido amistoso frente a su clásico rival Alianza Lima. En esa jornada, Lolo volvió a reventar las tribunas del Estadio Nacional con tres grandes y gloriosos goles que aquellos que estuvimos presentes no hemos podido olvidar.
Hoy Teodoro Fernández vive en la felicidad de su hogar y con la tranquilidad de haber cumplido con el fútbol de su patria, esa patria a la que jamás quiso dejar. A Lolo nunca le interesaron las propuestas económicas, muchas para jugar en el extranjero. Su país y su hogar estuvieron siempre por encima de todas esas cosas ajenas a su sentimiento. Así fue El Cañonero, desprendido y sencillo, desde sus inicios con la divisa crema del Club Universitario de Deportes: una divisa que jamás cambiaría hasta el día de su retiro.
Sencillo, amistoso, bromista y profundamente humano, siempre extendió la mano para ayudar a los nuevos valores del fútbol peruano, para quiénes venían detrás de él, a esos a los que nunca escatimó el consejo sabio de su larga experiencia, esa experiencia que lo llevó por los largos caminos de América, Asia y Europa. Lolo Fernández, fue y será siempre el más querido ídolo del fútbol peruano de todas las épocas, porque sigue y seguirá viviendo en el corazón de su pueblo deportivo. ¡Dale “U”![1]
[1] Emitido por RADIO UNIÓN. Programa Pregón Deportivo. Abril 1974.
LOLO FERNÁNDEZ, EL CAÑONERO
Para hablar del fútbol peruano de ayer y de hoy, hay que referirse a una de las figuras más brillantes: Lolo Fernández, el cañonero; el mismo que le puso al fútbol nuestro, no solo la potencia de su sensacional disparo al gol, sino que sumó a ello la viril pujanza de su decisión y el coraje para enfrentar a las más duras defensas adversarias. Porque Lolo no solo fue la realidad de su prodigiosa producción ofensiva, no solo fue el valor y la contundencia de su gran positivismo y arrolladora visión de gol (terror de las defensas rivales) sino el auténtico ídolo del fútbol peruano.
Lolo Fernández, perteneció a la Dinastía de los Fernández, un clan de auténticos cracks del fútbol nacional. Sus hermanos Arturo y Lolín, alcanzaron, como él, la cima de la popularidad y la eficacia; al igual que sus sobrinos José, Jorge y Carlos que continuando esta tradición, fueron ellos mismos sello de calidad y protagonistas de nuevas páginas de nuestra historia deportiva.
Como todos los Fernández, Lolo nació en Cañete, cuna de grandes figuras, en la Hacienda Pucará de los Ramos Cabieses. Cuando llegó a la capital para seguir estudios, se instaló en la recordada Residencia de Estudiantes en donde destacó como basquetbolista. Fue así que un buen día llegó al Club Universitario de Deportes, presentándose como puntero derecho, ubicación que en realidad no se acomodaba a sus innegables aptitudes, como lo demostraría más adelante al ocupar la plaza de centro delantero en la que prácticamente se destapó con tal sensación que se convirtió de inmediato en ídolo de las multitudes, haciendo vibrar de emoción a propios y extraños.
Junto a otros grandes valores del ayer y vistiendo su clásica camiseta crema y la de los seleccionados nacionales, compartió tardes inolvidables no solo con sus hermanos sino con los cremas notables de la época: Souza Ferreira, Alegre, Alva, De la Casas, Góngora, los hermanos Pacheco, Sabroso, los hermanos Galindo y otras tantas y señoriales figuras futbolísticas como Titina Castillo y Campolo Alcalde… y en la Selección Nacional con Villanueva, Morales, Magallanes, Neyra, Lavalle y muchos más.
En los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 (de ingrata recordación), Lolo deslumbró al lado de esa gran selección peruana, compuesta por Valdivieso, Lavalle, Jordán, Titina Castillo, Tovar, Arturo Fernández, Magallanes, Campolo Alcalde, Villanueva y Morales: ¡qué tal equipazo! Los partidos frente a Finlandia y Austria que se ganaron por siete a tres y cuatro a dos, respectivamente, bajo la dirección de Alberto Denegri, fueron el corolario de una campaña sin precedentes. Una campaña viciada por la sombra de Hitler, quien pretendió anular la brillante victoria frente a Austria: un acto que dio como resultado la protesta del comando peruano, primero; y luego, el retiro de toda la delegación peruana, caso único en toda la historia olímpica contemporánea.
Pero, para hablar de Lolo hay que recordar las numerosas ocasiones en las que reforzó al Alianza Lima, por ejemplo, dirigiendo la delantera íntima con Lavalle, Neyra, Villanueva y Morales. Sobre todo durante una exitosa gira por Chile, donde Lolo cumplió una notable actuación al lado de Alejandro Villanueva, el maestro, con quien se encontraba muy a gusto, ya que éste sabía cómo explotar sus extraordinarias condiciones de goleador, permitiéndole jugar los que serían, tal vez, los mejores partidos de su carrera deportiva.
Cuando su hermano Arturo, el manco, jugaba por el equipo chileno de Colo-Colo, siempre fue requerido por la institución mapochina para reforzar sus presentaciones amistosas internacionales. Fue así que llegó la oportunidad en la que la directiva del club chileno le ofreciera una jugosa contratación…la que Lolo no aceptó.
Para recordar a Lolo, hay que hacerlo rememorando uno de los goles más sensacionales que recuerdo. Fue una tarde en la que Universitario enfrentaba al reciente campeón del fútbol argentino: Independiente, en cuyas filas contaba nada menos que con el mejor guardavallas del momento, apodado Tarzán por su gran agilidad. Sin embargo, Lolo debió ejecutar un tiro libre a treinta metros de distancia, casi media cancha, sesgado a la derecha del arco argentino. Lolo tomó distancia y shoteó como un balazo que pasó la barrera defensiva. Cuando el arquero de Independiente reaccionó… la pelota ya estaba en el fondo de la red. Fue tal la potencia del disparo, que el propio público como el mismo arquero solo atinaron a verla dentro del arco. Las tribunas se remecieron, como era tradición cuando Lolo disparaba sus clásicos tiros libres. Había nacido para la historia uno sus goles más recordados.
Cuando llegó el día de su retirada, después de una larga, asombrosa y brillante carrera deportiva, se despidió en un partido amistoso frente a su clásico rival Alianza Lima. En esa jornada, Lolo volvió a reventar las tribunas del Estadio Nacional con tres grandes y gloriosos goles que aquellos que estuvimos presentes no hemos podido olvidar.
Hoy Teodoro Fernández vive en la felicidad de su hogar y con la tranquilidad de haber cumplido con el fútbol de su patria, esa patria a la que jamás quiso dejar. A Lolo nunca le interesaron las propuestas económicas, muchas para jugar en el extranjero. Su país y su hogar estuvieron siempre por encima de todas esas cosas ajenas a su sentimiento. Así fue El Cañonero, desprendido y sencillo, desde sus inicios con la divisa crema del Club Universitario de Deportes: una divisa que jamás cambiaría hasta el día de su retiro.
Sencillo, amistoso, bromista y profundamente humano, siempre extendió la mano para ayudar a los nuevos valores del fútbol peruano, para quiénes venían detrás de él, a esos a los que nunca escatimó el consejo sabio de su larga experiencia, esa experiencia que lo llevó por los largos caminos de América, Asia y Europa. Lolo Fernández, fue y será siempre el más querido ídolo del fútbol peruano de todas las épocas, porque sigue y seguirá viviendo en el corazón de su pueblo deportivo. ¡Dale “U”![1]
[1] Emitido por RADIO UNIÓN. Programa Pregón Deportivo. Abril 1974.
domingo, 9 de marzo de 2008
RUMBO AL SUDAMERICANO DEL 59
Fuente: Diario El Comercio. Lima, viernes 6 de marzo de 1959.
Esta madrugada partió rumbo a la ciudad de Buenos Aires, el plantel deportivo de Radio El Sol, que bajo la dirección de Oscar Artacho, ha de transmitir cada una de las fechas del vigésimo Campeonato Sudamericano de Fútbol, que tendrá por escenario el estadio del Club River Plate. La transmisión cubrirá todo el territorio nacional ya que promoverá la formación de una red de emisoras que se han de eslabonar en una cadena de gran potencia y nitidéz. Por la experiencia y reconocida capacidad de los integrantes del plantel de Radio El Sol, se espera que la labor informativa que han de cumplir, sea desde todo punto de vista: extraordinaria. Durante todo el certámen primará, como siempre, el comentario imparcial, el relato preciso, la sobria mención comercial, concebido todo dentro de una experimentada dirección técnica. Raúl Goyburu (comentarista), Lucho Vélez (relator), Carlos Alberto Sosa (locutor comercial) y Oscar Artacho (director), llevan en esta trscendental misión deportiva, la representación de emisora de los 900 kilociclos de Radio El Sol.
El "Cristal" en "Pregón Deportivo"
Con motivo de haber alcanzado el título del Campeonato Profesional del Fútbol Peruano de 1956, Antonio Sacco, futbolista uruguayo, pilar del "Sporting Cristal", es entrevistado por Oscar Artacho y Raúl Goyburu, en el programa realizado por "Pregón Deportivo" ayer, en homenaje al campeón del torneo profesional. Fueron entrevistados los jugadores, dirigentes, entrenador, etc. del "Cristal" por el personal de "Pregón Deportivo". Después del programa, Radio El Sol ofreció una champañada a los campeones.
domingo, 2 de marzo de 2008
UNA GENERACIÓN IRREPETIBLE
En esta fotografía de fines de los años sesenta, de izquierda a derecha, observamos la presencia de cuatro distinguidos periodistas deportivos: don Oscar Paz, columnista principal del Diario La Prensa, el señor Carlos Palacios, el señor Koko Cárdenas del Diario El Comercio y el señor Raúl Goyburu del programa radial Pregón Deportivo. La instantánea corresponde a una ceremonia de reconocimiento por el Día del Periodista, celebrado en el Círculo de Periodistas Deportivos del Perú.
Sirva este testimonio gráfico para recordar algunos nombres pertenecientes a la que ha sido la mejor generación de periodistas deportivos que ha tenido el Perú. Una generación, a diferencia de la actual, compuesta en su mayor parte por profesionales poseedores de un amplio bagaje cultural y de un conocimiento cabal de todas las disciplinas deportivas. Muy lejos, todos ellos, de los intereses vinculados a los espectáculos empresariales que hoy, por ejemplo, promueve principalmente la televisión y el cable, en la que los presentadores de los programas, más que hombres de prensa parecen especialistas en mercadotecnia.
Con Raúl Goyburu recordamos algunos nombres de su tiempo como el propio señor Paz, don Juan P. Rico cargado de anécdotas e injustamente famoso por "getatore" y con un gran sentido del humor, especializado en el deporte del Tiro, uno de los dos solitarias disciplinas que le han entregado al Perú medallas olímpicas. Con ellos el flaco Rodolfo Espinar, intelectual de talla, comentarista de Pregón Deportivo y jefe de la página de deportes del Diario Expreso y presidente de la Federación de Periodistas del Perú. También: Lucho Palma, irreverente y agudo jefe de deportes en el Diario El Comercio y fundador de Pregón Deportivo junto con Oscar Artacho; Lucho Latorre voluminoso comentarista de Radio Sport y de indiscutible bonhomía, como lo fue el fogoso y temperamental Lucho Vélez (José Artacho Morgado), tal vez el mejor narrador de fútbol que haya tenido la radiofonía peruana y tempranamente desaparecido en 1967.
No podríamos dejar de mencionar a Pepe Olivera, impenitente radioaficionado que en una época excenta del cable y la Internet, a través de su equipo radial nos conectaba de inmediato con los resultados del fútbol argentino, uruguayo y sudamericano en general. Aún lo recordamos con su sencillez personal y con esa fantástica sortija de oro que lo acompañaba a todas partes. Epocas en las que la ilustración era una característica que vestía al periodismo, como el caso del doctor Conrado Falco, caballeroso, enterado y brillante jefe de la página deportiva de Última Hora, también tempranamente desaparecido. Con ellos Alfredo Narváez Coronel, que firmaba como "El Amigo Olímpico", sesudo y enterado periodista que dominaba, entre otras, todas las disciplinas de campo; así como Oscar Torres Bouroncle, Osquitar para sus amigos, noble relator deportivo cuya voz no solo destacó describiendo las contiendas furbolísticas, sino que supo encandilar a los demás como un consumado intérprete del tango.
Una época en la que el doctor Alfonso Grados Bertorini desde La Prensa revolucionaba los estilos con don Federico La Rosa Toro que no solo "armaba" a las 4 de la mañana la primera plana del periódico, sino que comentaba sobre boxeo con el seudónimo de Roberto Villa. En la radio destacaron Manuel Salinas Salamanca, desde las ondas de Radio Nacional del Perú (en la época en que esta se parecía más a lo que debe ser una radio). Desde Radio La Crónica Juan Sedó impartió cátedra y conocimientos, para convertirse con el advenimiento de la televisión en el primer "tío" de la embrionaria televisión criolla, encabezando el primer programa infantil: "El Tío Juan".
Tampoco podríamos olvidar a don José León La Cunza, el mejor y más enterado periodista en la disciplina del Vóley, quien desde La Crónica dirigió el suplemento Variedades y que entre otras actividades asesoró y organizó la Oficina Central de Comunicación e Informaciones del Instituto Nacional de Recreación, Educación Física y Deportes (INRED) lo que hoy se llama Instituto Peruano del Deporte. Incluimos también al gran Lolo Carrera, infatigable trotador en los campos de entrenamiento y en la contiendas deportivas con su pluma ágil, amena y veraz. Asimismo, al señor Eduardo San Román que dictó estilo y buen castellano en sus narraciones por televisión, cuya sobriedad no ha podido ser superada hasta la actualidad. Una sobriedad de la que también hizo gala don Manuel Doria, desde la página de La Prensa que él tenía bajo su responsabilidad. También desde la televisión, las chispeantes narraciones del señor Humberto Martínez Morosini, innovador de estilos y sobre todo de neologismos. Alberto Meclemburg desde las ondas radiales y tantos otros que el tiempo, ese gran escultor que todo lo modela y que, también, todo lo deshace, nos ha traído a la memoria al recordar los tiempos dorados de don Raúl Goyburu Ezeta, tal vez la mejor época del periodismo deportivo en nuestro país. Una época que como todo en la vida, obviamente, no se repetirá.
Sirva este testimonio gráfico para recordar algunos nombres pertenecientes a la que ha sido la mejor generación de periodistas deportivos que ha tenido el Perú. Una generación, a diferencia de la actual, compuesta en su mayor parte por profesionales poseedores de un amplio bagaje cultural y de un conocimiento cabal de todas las disciplinas deportivas. Muy lejos, todos ellos, de los intereses vinculados a los espectáculos empresariales que hoy, por ejemplo, promueve principalmente la televisión y el cable, en la que los presentadores de los programas, más que hombres de prensa parecen especialistas en mercadotecnia.
Con Raúl Goyburu recordamos algunos nombres de su tiempo como el propio señor Paz, don Juan P. Rico cargado de anécdotas e injustamente famoso por "getatore" y con un gran sentido del humor, especializado en el deporte del Tiro, uno de los dos solitarias disciplinas que le han entregado al Perú medallas olímpicas. Con ellos el flaco Rodolfo Espinar, intelectual de talla, comentarista de Pregón Deportivo y jefe de la página de deportes del Diario Expreso y presidente de la Federación de Periodistas del Perú. También: Lucho Palma, irreverente y agudo jefe de deportes en el Diario El Comercio y fundador de Pregón Deportivo junto con Oscar Artacho; Lucho Latorre voluminoso comentarista de Radio Sport y de indiscutible bonhomía, como lo fue el fogoso y temperamental Lucho Vélez (José Artacho Morgado), tal vez el mejor narrador de fútbol que haya tenido la radiofonía peruana y tempranamente desaparecido en 1967.
No podríamos dejar de mencionar a Pepe Olivera, impenitente radioaficionado que en una época excenta del cable y la Internet, a través de su equipo radial nos conectaba de inmediato con los resultados del fútbol argentino, uruguayo y sudamericano en general. Aún lo recordamos con su sencillez personal y con esa fantástica sortija de oro que lo acompañaba a todas partes. Epocas en las que la ilustración era una característica que vestía al periodismo, como el caso del doctor Conrado Falco, caballeroso, enterado y brillante jefe de la página deportiva de Última Hora, también tempranamente desaparecido. Con ellos Alfredo Narváez Coronel, que firmaba como "El Amigo Olímpico", sesudo y enterado periodista que dominaba, entre otras, todas las disciplinas de campo; así como Oscar Torres Bouroncle, Osquitar para sus amigos, noble relator deportivo cuya voz no solo destacó describiendo las contiendas furbolísticas, sino que supo encandilar a los demás como un consumado intérprete del tango.
Una época en la que el doctor Alfonso Grados Bertorini desde La Prensa revolucionaba los estilos con don Federico La Rosa Toro que no solo "armaba" a las 4 de la mañana la primera plana del periódico, sino que comentaba sobre boxeo con el seudónimo de Roberto Villa. En la radio destacaron Manuel Salinas Salamanca, desde las ondas de Radio Nacional del Perú (en la época en que esta se parecía más a lo que debe ser una radio). Desde Radio La Crónica Juan Sedó impartió cátedra y conocimientos, para convertirse con el advenimiento de la televisión en el primer "tío" de la embrionaria televisión criolla, encabezando el primer programa infantil: "El Tío Juan".
Tampoco podríamos olvidar a don José León La Cunza, el mejor y más enterado periodista en la disciplina del Vóley, quien desde La Crónica dirigió el suplemento Variedades y que entre otras actividades asesoró y organizó la Oficina Central de Comunicación e Informaciones del Instituto Nacional de Recreación, Educación Física y Deportes (INRED) lo que hoy se llama Instituto Peruano del Deporte. Incluimos también al gran Lolo Carrera, infatigable trotador en los campos de entrenamiento y en la contiendas deportivas con su pluma ágil, amena y veraz. Asimismo, al señor Eduardo San Román que dictó estilo y buen castellano en sus narraciones por televisión, cuya sobriedad no ha podido ser superada hasta la actualidad. Una sobriedad de la que también hizo gala don Manuel Doria, desde la página de La Prensa que él tenía bajo su responsabilidad. También desde la televisión, las chispeantes narraciones del señor Humberto Martínez Morosini, innovador de estilos y sobre todo de neologismos. Alberto Meclemburg desde las ondas radiales y tantos otros que el tiempo, ese gran escultor que todo lo modela y que, también, todo lo deshace, nos ha traído a la memoria al recordar los tiempos dorados de don Raúl Goyburu Ezeta, tal vez la mejor época del periodismo deportivo en nuestro país. Una época que como todo en la vida, obviamente, no se repetirá.
sábado, 1 de marzo de 2008
Las Bodas de Oro de PREGÓN DEPORTIVO
Raúl Goyburu Ezeta (derecha) en compañía de Oscar Artacho Morgado (izquierda), fundador y director del programa radial PREGÓN DEPORTIVO que marcó un estilo en la historia de la radiofonía peruana del siglo XX. La fotografía corresponde a la recepción ofrecida en el Hotel Sheraton de Lima, en 1979, con ocasión de las bodas de oro de este programa radial.
Durante casi 40 años, los nombres de Oscar Artacho y Raúl Goyburu estuvieron asociados al de Pregón Deportivo, la tribuna radial más prestigiosa y respetada en la esfera del deporte peruano.
EFIGIE DEL CLUB ALIANZA LIMA
EFIGIE DEL CLUB ALIANZA LIMA
Expresión gloriosa del fútbol del Perú
Por Raúl Goyburu Ezeta (década de los 60).
Llegado el siglo XX, un lejano 15 de febrero de 1901, en la calle Cotabambas, al calor de un stud hípico de propiedad de quién sería Presidente de la República, don Augusto B. Leguía, llamado Stud Alianza, en el viejo y desaparecido Hipódromo de Santa Beatriz, en el corazón de Lima, nació el Club Alianza Lima.
Alianza Lima, expresión gloriosa para el deporte peruano que supo llevar su nombre hasta el más remoto rincón de la patria para resonar con ecos de admiración y orgullo.
Negros firuleteros, pícaros criollos que mostraron en canchas de tierra y grama, la sal de su inagotable creación futbolera. Zambos de requiebros y marineras bailadas al compás de una pelota de cuero. Malabaristas y graciosos que pusieron en las canchas el sabor a cau-cau y el olor a sahumerio de la procesión morada.
Nombres del pasado futbolístico que como Ciclista Lima, Atlético Chalaco, Teniente Ruiz, Sport Progreso, Carlos Tenaud, Jorge Chávez y Tarapacá fueron los pioneros del más popular de los deportes.
Alianza Lima de los hermanos Aranzaes, los Coquelet, Basurco, Maquilón, Saldarriaga, Mur Padrós, Carbajo y tantos otros nombres que el tiempo ha ido perdiendo en la lejanía del recuerdo.
De Villanueva, Rivero, Sarmiento, Montellanos, Neyra, Nué, los hermanos Rostaing y los García, Quintana, Segalá, Valdiviezo, Magallanes, don José María Lavalle, Morales y otros. Una lista interminable de promociones que no tiene fin.
¡Cuantas glorias! y cuantas lágrimas de esa hinchada que gozó con sus cabreos y quebradas y que lloró con las derrotas de los sobrados.
Alianza Lima escribió las más gratas páginas en el Album de Oro del fútbol peruano, firmadas con pluma fina en el gras del viejo Estadio Nacional con el nombre de cada uno de sus garabatos quimbosos.
Epocas de Alianza Lima que perdurarán en el corazón del pueblo peruano. Ese pueblo que rompió sus manos y enronqueció sus gargantas en la emoción de su más bello espectáculo futbolero.
Ese pueblo que humedeció sus mejillas cuando el más querido y mimado de la afición debió pagar tributo a su engreimiento y perdió la categoría teniendo que jugar en el Potao.
¡Cuanto se podría decir de Alianza Lima!, de ese club de morenos futbolistas, bohemios y criollos. Cuantas cosas bellas y cuantas cosas tristes también...
Alianza Lima es nombre que pasará a la historia de nuestro fútbol como expresión genuina de peruanidad. Futbolistas que con su habilidad y picardía criolla crearon un fútbol propio, realizado por maestros sin iguales.
Alianza Lima es el principio y será el final de toda una época sin parangón, porque alumbró el camino de nuestro fútbol para que pasaran por él los jugadores del futuro y dejaran como recuerdo imperecedero el malabarismo, la esencia y la picardía de ese juego que ellos mismos crearon y legaron como un patrimonio de valiosa contribución al porvenir del auténtico fútbol del Perú.
Expresión gloriosa del fútbol del Perú
Por Raúl Goyburu Ezeta (década de los 60).
Llegado el siglo XX, un lejano 15 de febrero de 1901, en la calle Cotabambas, al calor de un stud hípico de propiedad de quién sería Presidente de la República, don Augusto B. Leguía, llamado Stud Alianza, en el viejo y desaparecido Hipódromo de Santa Beatriz, en el corazón de Lima, nació el Club Alianza Lima.
Alianza Lima, expresión gloriosa para el deporte peruano que supo llevar su nombre hasta el más remoto rincón de la patria para resonar con ecos de admiración y orgullo.
Negros firuleteros, pícaros criollos que mostraron en canchas de tierra y grama, la sal de su inagotable creación futbolera. Zambos de requiebros y marineras bailadas al compás de una pelota de cuero. Malabaristas y graciosos que pusieron en las canchas el sabor a cau-cau y el olor a sahumerio de la procesión morada.
Nombres del pasado futbolístico que como Ciclista Lima, Atlético Chalaco, Teniente Ruiz, Sport Progreso, Carlos Tenaud, Jorge Chávez y Tarapacá fueron los pioneros del más popular de los deportes.
Alianza Lima de los hermanos Aranzaes, los Coquelet, Basurco, Maquilón, Saldarriaga, Mur Padrós, Carbajo y tantos otros nombres que el tiempo ha ido perdiendo en la lejanía del recuerdo.
De Villanueva, Rivero, Sarmiento, Montellanos, Neyra, Nué, los hermanos Rostaing y los García, Quintana, Segalá, Valdiviezo, Magallanes, don José María Lavalle, Morales y otros. Una lista interminable de promociones que no tiene fin.
¡Cuantas glorias! y cuantas lágrimas de esa hinchada que gozó con sus cabreos y quebradas y que lloró con las derrotas de los sobrados.
Alianza Lima escribió las más gratas páginas en el Album de Oro del fútbol peruano, firmadas con pluma fina en el gras del viejo Estadio Nacional con el nombre de cada uno de sus garabatos quimbosos.
Epocas de Alianza Lima que perdurarán en el corazón del pueblo peruano. Ese pueblo que rompió sus manos y enronqueció sus gargantas en la emoción de su más bello espectáculo futbolero.
Ese pueblo que humedeció sus mejillas cuando el más querido y mimado de la afición debió pagar tributo a su engreimiento y perdió la categoría teniendo que jugar en el Potao.
¡Cuanto se podría decir de Alianza Lima!, de ese club de morenos futbolistas, bohemios y criollos. Cuantas cosas bellas y cuantas cosas tristes también...
Alianza Lima es nombre que pasará a la historia de nuestro fútbol como expresión genuina de peruanidad. Futbolistas que con su habilidad y picardía criolla crearon un fútbol propio, realizado por maestros sin iguales.
Alianza Lima es el principio y será el final de toda una época sin parangón, porque alumbró el camino de nuestro fútbol para que pasaran por él los jugadores del futuro y dejaran como recuerdo imperecedero el malabarismo, la esencia y la picardía de ese juego que ellos mismos crearon y legaron como un patrimonio de valiosa contribución al porvenir del auténtico fútbol del Perú.