lunes, 27 de noviembre de 2017
ELOGIO DEL VOLEIBOL PERUAN0 POR LA MEDALLA DE PLATA EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE SEÚL (1988) Por Raúl Goyburu Ezeta
El país entero ha vivido días de emocionada alegría, de peruanísima emoción. Ha sido algo como una tregua por los momentos tan difíciles que atraviesa nuestro país. Esto no viene sino a confirmar que somos un pueblo fuerte e indomable en su lucha por salir adelante, una aspiración que lograremos porque tenemos fe en nuestra fuerza de amor por la Patria. Las muchachas del vóley femenino, nos han devuelto la esperanza de vencer a cualquier dificultad pasajera en tanto mantengamos nuestro propósito de enmendar errores. El pueblo limeño ha exteriorizado en esta alegre celebración su esperanza por un futuro mejor, no solo en los deportes, como esta singular manifestación de bienvenida a estas bravas muchachas, sino que ha hecho explosionar a todo el país en esa misma esperanza, en su propia confirmación de su fe en Dios, precisamente en este mes morado de Nuestro Señor de los Milagros. Como otrora nuestros antepasados cual raza indomable, rica en responsabilidades y tradiciones, estas chicas han demostrado que en el Perú podemos resistir a situaciones tan dramáticas como la que nos toca vivir, vivo y conmovedor ejemplo que golpea fuerte y trágicamente al pueblo peruano que sin embargo puede mostrar tan claramente su contextura patriótica, un credo que no se rinde y que pese a las circunstancias, se levanta con valentía y transforma inmediatamente el dolor en alegría, fuerza singular y reivindicativa en pos de recuperar en tiempo perdido.
Así ha sido siempre, los peruanos a través de su historia han sabido con valor y abnegación superar sus vicisitudes, erguirse nuevamente y volver a expresar su decisión y su valor. El pueblo peruano cree en su Patria y la ama sin distingos ni colores políticos, revive de sus cenizas y vuelve a cantar sus tristes y alegres canciones para seguir luchando por los que se fueron, como por los de hoy y por el futuros de nuestros hijos.
Esta demostración de valentía, garra y responsabilidad tan claramente expresada por el equipo de vóleibol femenino no es otra cosa que el ejemplo profundo y real de un país que la adversidad del momento no es capaz de variar, ni de influenciar su sólida y patriótica contextura nacional. Como las bravas muchachas que en Seúl nos han dado lección de entereza, nos hace pensar en que nada podrá derrotarnos. El Perú con este nuevo ejemplo, resucitará de sus cenizas y volverá a confirmar sus perdurables valores al cantar las notas sagradas de nuestro Himno Nacional. ¡ARRIBA PERÚ!
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