PUNTOS DE VISTA… 20 AÑOS DESPUÉS
PENAL A LOS DIRIGENTES DE LOS CLUBES DEL FÚTBOL PROFESIONAL EN EL PERÚ
Por Raúl Goyburu Ezeta
Los fracasos que a través de los últimos años han provocado los directivos oficiales del fútbol nacional, cuyas nominaciones a estos altos cargos han respondido por lo general a un desenfrenado amiguismo, nepotismo y compadrería, han conducido al más popular de los deportes, a una situación (casi diríamos) triste y dramática. Y es que el fútbol, especialmente a nivel profesional, no es una actividad fácil y menos aún improvisada como para ser entregada tan alegremente a personas que, por más honorables y capacitadas que sean en sus respectivas actividades personales, son ajenas a esta realidad que demanda responsabilidad, orientación y dirección a cargo de hombres con trayectoria, conocimiento y experiencia, cuyas calificaciones los hagan merecedores para enfrentar la difícil misión encomendada.
El fútbol profesional tiene una muy distante organización con respecto a otros deportes de nivel aficionado. El fútbol profesional representa desde 1951 un esfuerzo de clubes, principalmente de aquellos que se han consolidado a través de su larga permanencia y de un prestigio que los ha colocado en el sitial de la simpatía, el cariño y la adhesión de las mayorías. Este espectáculo se ha hecho el espectáculo de las grandes hinchadas, sin las cuales el fútbol profesional no podría subsistir como tal. Es decir, estamos ante un deporte que depende de esa multitud de adherentes que le permiten alcanzar los necesarios recursos económicos para consolidar un prestigio que, más allá de las canchas nacionales, se proyecte en el campo internacional a la altura de unas circunstancias que exigen resultados a través de una gestión seria, acertada y conducida por el único viable camino deportivo: el de los dirigentes capaces.
El fútbol profesional es una mezcla de técnica y financiamiento, en la que ninguno de estos dos componentes puede estar desconectado el uno del otro. Considerando que los Campeonatos Mundiales se dan cada cuatro años, es incontrovertible que el fútbol de hoy marcha hacia un nuevo mundo: el mundo del espectáculo comercial. El futbolista profesional de hoy, tiene la mira puesta en estos torneos, desde las eliminatorias hasta la ronda final: se trata de la vitrina más lujosa que sus aspiraciones puedan encontrar, no solo por la satisfacción de los halagos personales y la gloria deportiva, sino fundamentalmente por la posibilidad de labrarse un futuro económico para él y los suyos. Por eso esta actividad es compleja y difícil de conducir. Por ello los responsables de la actividad dirigencial tienen que establecer criterios de seriedad, planificación y responsabilidad.
En nuestro país, como en la misma Sudamérica, si bien contamos con dirigentes calificados para cumplir acertadamente con esta difícil misión, a menudo tropezamos con inconvenientes procedentes de Leyes y Reglamentos que generalmente son confeccionados por aficionados, probablemente con muy buena voluntad, pero sin el conocimiento ni la experiencia necesariamente adquiridos al calor de esta actividad. El fútbol profesional desde 1951 solo ha logrado hasta hoy, casi como por milagro, mantener una economía al día a pesar de los rigores financieros por los que atraviesa el país, los más difíciles de nuestra historia. El fútbol profesional ha venido sobreviviendo a pesar del manoseo de las esferas oficiales, llámese Instituto Peruano del Deporte (IPD) o Federación Peruana de Fútbol, la misma que ha ejercido una desastrosa paternidad, arrebatando no solo aquellas disposiciones que lo hubieran conducido hacia un destino mejor, sino ahogando sus recursos financieros, fagocitando sus reservas y disfrutando alegremente de esos pocos resultados que alguna vez nos dieron satisfacciones pasajeras… para arribar a este presente tan cargado de amarguras.
Llama poderosamente la atención que el mismo Instituto Peruano del Deporte, como la máxima autoridad que es, no esté representado por un dirigente apropiado. De allí que la nominación de un ex jugador de fútbol como el señor Oswaldo Ramírez, llamado “Cachito” en sus días de futbolista, parece todo un desatino. Sin pretender pronosticarle un fracaso, ni negarle su natural derecho a aspirar a la dirigencia, creemos que no es el dirigente experimentado que necesita el fútbol peruano. Otra perla del también inexperto Jefe del IPD, que repite una vez más el rosario de desaciertos al que ya nos va acostumbrando. Un error en el que el jefe del IPD, cual árbitro de un partido, ha castigado injusta y arbitrariamente con un PENAL a los dirigentes, a los equipos y a los clubes. Otro partido perdido por la dirigencia oficialista y otro descalabro para el futuro de nuestro fútbol… salvo error u omisión.
PENAL A LOS DIRIGENTES DE LOS CLUBES DEL FÚTBOL PROFESIONAL EN EL PERÚ
Por Raúl Goyburu Ezeta
Los fracasos que a través de los últimos años han provocado los directivos oficiales del fútbol nacional, cuyas nominaciones a estos altos cargos han respondido por lo general a un desenfrenado amiguismo, nepotismo y compadrería, han conducido al más popular de los deportes, a una situación (casi diríamos) triste y dramática. Y es que el fútbol, especialmente a nivel profesional, no es una actividad fácil y menos aún improvisada como para ser entregada tan alegremente a personas que, por más honorables y capacitadas que sean en sus respectivas actividades personales, son ajenas a esta realidad que demanda responsabilidad, orientación y dirección a cargo de hombres con trayectoria, conocimiento y experiencia, cuyas calificaciones los hagan merecedores para enfrentar la difícil misión encomendada.
El fútbol profesional tiene una muy distante organización con respecto a otros deportes de nivel aficionado. El fútbol profesional representa desde 1951 un esfuerzo de clubes, principalmente de aquellos que se han consolidado a través de su larga permanencia y de un prestigio que los ha colocado en el sitial de la simpatía, el cariño y la adhesión de las mayorías. Este espectáculo se ha hecho el espectáculo de las grandes hinchadas, sin las cuales el fútbol profesional no podría subsistir como tal. Es decir, estamos ante un deporte que depende de esa multitud de adherentes que le permiten alcanzar los necesarios recursos económicos para consolidar un prestigio que, más allá de las canchas nacionales, se proyecte en el campo internacional a la altura de unas circunstancias que exigen resultados a través de una gestión seria, acertada y conducida por el único viable camino deportivo: el de los dirigentes capaces.
El fútbol profesional es una mezcla de técnica y financiamiento, en la que ninguno de estos dos componentes puede estar desconectado el uno del otro. Considerando que los Campeonatos Mundiales se dan cada cuatro años, es incontrovertible que el fútbol de hoy marcha hacia un nuevo mundo: el mundo del espectáculo comercial. El futbolista profesional de hoy, tiene la mira puesta en estos torneos, desde las eliminatorias hasta la ronda final: se trata de la vitrina más lujosa que sus aspiraciones puedan encontrar, no solo por la satisfacción de los halagos personales y la gloria deportiva, sino fundamentalmente por la posibilidad de labrarse un futuro económico para él y los suyos. Por eso esta actividad es compleja y difícil de conducir. Por ello los responsables de la actividad dirigencial tienen que establecer criterios de seriedad, planificación y responsabilidad.
En nuestro país, como en la misma Sudamérica, si bien contamos con dirigentes calificados para cumplir acertadamente con esta difícil misión, a menudo tropezamos con inconvenientes procedentes de Leyes y Reglamentos que generalmente son confeccionados por aficionados, probablemente con muy buena voluntad, pero sin el conocimiento ni la experiencia necesariamente adquiridos al calor de esta actividad. El fútbol profesional desde 1951 solo ha logrado hasta hoy, casi como por milagro, mantener una economía al día a pesar de los rigores financieros por los que atraviesa el país, los más difíciles de nuestra historia. El fútbol profesional ha venido sobreviviendo a pesar del manoseo de las esferas oficiales, llámese Instituto Peruano del Deporte (IPD) o Federación Peruana de Fútbol, la misma que ha ejercido una desastrosa paternidad, arrebatando no solo aquellas disposiciones que lo hubieran conducido hacia un destino mejor, sino ahogando sus recursos financieros, fagocitando sus reservas y disfrutando alegremente de esos pocos resultados que alguna vez nos dieron satisfacciones pasajeras… para arribar a este presente tan cargado de amarguras.
Llama poderosamente la atención que el mismo Instituto Peruano del Deporte, como la máxima autoridad que es, no esté representado por un dirigente apropiado. De allí que la nominación de un ex jugador de fútbol como el señor Oswaldo Ramírez, llamado “Cachito” en sus días de futbolista, parece todo un desatino. Sin pretender pronosticarle un fracaso, ni negarle su natural derecho a aspirar a la dirigencia, creemos que no es el dirigente experimentado que necesita el fútbol peruano. Otra perla del también inexperto Jefe del IPD, que repite una vez más el rosario de desaciertos al que ya nos va acostumbrando. Un error en el que el jefe del IPD, cual árbitro de un partido, ha castigado injusta y arbitrariamente con un PENAL a los dirigentes, a los equipos y a los clubes. Otro partido perdido por la dirigencia oficialista y otro descalabro para el futuro de nuestro fútbol… salvo error u omisión.
Nota del editor: este comentario, escrito poco antes de su deceso por Raúl Goyburu Ezeta, es un interesante testimonio que ponemos a vuestra disposición para que todos ustedes puedan sacar sus propias conclusiones con referencia al tiempo actual.
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